Pasa para el fondo y ponte cómod@, hay gente muy maja y bebida fresquita. Estás en mi bitácora donde todo se relativiza, un poquito de ciencia, una pizca de humor, algo de actualidad y bastante sexo, como no.

martes, 22 de diciembre de 2009

Jubileo caliente

 Desde el blog de Susana Moo

Me chiflan las nuevas relaciones que se crean en la red. Lógicamente, como en la vida real, no son tantas las amistades que prosperan. Pero en algunos casos la complicidad, incluso el afecto, va cobrando cotas cada vez mayores y llega un momento en que apetece muchísimo dar el salto y encontrarse frente a frente.

Con estas amistades tan peculiares, sean femeninas o masculinas, hablo de sexo y a veces lo practico virtualmente. Supongo que también lo haceis muchos de vosotros, pero en mi caso está doblemente justificado: ya que he emprendido los estudios de “erotomanía”, he de alimentar mis conocimientos y los que prefiero son aquellos que proporciona la investigación de campo. Soy bastante perfeccionista en este asunto y mimo mis relaciones virtuales tanto como las reales. Dar el salto es todo un reto porque se arriesga la relación, puede pasar que se desvanezca el encanto, por ello sólo doy el paso cuando tengo bastante claro que la atracción va a seguir funcionando con los canales de comunicación sexual tradicionales. He de felicitarme por mi buen ojo porque todavía no me vivido un fiasco.

Pese a que comparta muchas cosas, para salvaguardar mi anonimato me mantengo firme en mi propósito de no enviar imágenes explícitas de mi persona y ello aumenta el que vaya a esos encuentros como un flan, me invade la inseguridad. Es factible que mi físico defraude: la fantasía suele superar a la realidad y yo me he labrado a punta de teclado una fantasía que a mucha gente le resulta interesante y me creen un bombón. Pero hete ahí que detrás de la supersusana, starfoot y reina del erotismo, se esconde una mujer corriente y moliente, sencilla de pies a cabeza. Soy consciente de que en el desvelo de mi imagen va a haber un momento de shock en que ajustarán la ilusión con la realidad. Aunque me incomoda ese momento me mentalizo mucho para disfrutarlo.

El último de estos encuentros a ciegas lo hice con una pareja muy bien avenida y el lugar que decidimos para encontrarnos fue la catedral de Santiago, que es un lugar sumamente mágico y está siempre lleno de vida, con peregrinos de aquí y allá, hombres y mujeres que por distintas motivaciones acuden al templo donde descansan los restos del apóstol matamoros. Lo motivos de la divertida pareja y los míos eran, a todas luces, diferentes a los de la mayoría. Nosotros queríamos ponerle un puntito morboso a un encuentro largamente deseado, salpimentar la puesta en escena de una amistad cincelada con palabras e ideas. El juego consistía en reconocernos paseando por los pasillos del sacro mausoleo, lo cual provoca mucho misterio a la cita. Yo, en vez de acudir arreglada con la indumentaria  que se supone para una cita seductora, me disfracé de peregina.

Las ganas de jugar vencieron a mi natural coquetería, descarté el vestidito y los taconazos para ponerme unas deportivas desgastadas y vaqueros de media pierna, de esos que no favorecen precisamente. Camiseta de algodón, jersey de lana. Bastón y mochila completaban mi atuendo, el pelo recogido en una coleta y las tetas sin sostén. A diferencia de otros peregrinos yo olía limpita y perfumada, mi melena brillaba y la piel lucía perfectamente hidratada.

En cuanto entré en la catedral por la puerta lateral, les distinguí a lo lejos, supe que eran ellos y entonces me dediqué a camuflarme y a hacerme la despistada. Con la mirada inquieta paseaban cogidos de las manos, ella, morena poderosa, realzaba sus caderas con pantalones ceñidos que prometían unas nalgas de negra en carnes blancas. Para mi redoblado regocijo, también los pantalones de él dejaban adivinar sorpresas mullidas en forma de glúteos masculinos.

Me arrodillé en un reclinatorio como quien ora en silencio espiando a la atractiva pareja que son mis amigos y que tienen inquietudes sexuales muy similares a las mías. Me cosquilleaba el vientre. Ellos, se me antojaba ahora, podrían haber sido los mismísimos Adán y Eva, aquellos que se paseaban por el Edén ajenos a toda culpa, Adán tranquilo antes de morder la manzana, Eva relajada antes de tentar con su manzana.

Me miraron, pero me descartaron. Hasta tres veces me descartaron, entonces me levanté y con mi bastón comencé a seguirles. Disfruté muchísimo del paseo voyeur. Teneis que pensar que yo conozco muy bien las intimidades de esa pareja tan bien parecida, que yo había visto sus cuerpos desnudos en imágenes exhibicionistas, teneis que pensar que les deseaba de antemano, habíamos mantenido excelentes conversaciones excitantes y ahora sus andares, sus traseros concretamente, provocaban mi sonrisa, y ya ellos comenzaron a sospechar de mí. Entonces, como pavitos, se lucían, paraban delante de las imágenes de los santos y las miraban con seriedad artística girando levemente la cabeza para asegurarse de que yo les perseguía, de que yo les miraba, de que yo era yo.

Les observo y recuerdo sus secretos, sé, por ejemplo, que él es un pedazo de pan y que además dispone de tremenda barra doradita. Y sé que le gusta ofrecerla completamente desnudo, acuclillado sobre sus talones en el borde de la cama, apoyadas las manos a los lados de los pies, reclinado el cuerpo hacia atrás, de modo que la baguette se dispara hacia delante, con los sacos colgando. Es dadivoso con sus dones para que ella, bollito de crema, de rodillas en el suelo meriende el bocadillo con toda comodidad. Juegos de pareja que me habían narrado, costumbres adquiridas que entretienen a este par de pimpollos que caminan delante de mí como si nada. Sé que a ella, en cambio, le gusta alimentar a su chico sentada a horcajadas encima de la cabeza del panadero. Que pobre cabeza, pienso, porque en las fotos que yo había recibido estaban muy bien disimuladas las cachas de la jamona ¡Menuda hartura, muchacho!

A Eva, sin duda la más inquieta de los dos, se le escapa una risa nerviosa sintiéndose observada y sus andares son ahora un poco exagerados -tremendamente voluptuosos- hasta que decide repentinamente darse la vuelta para seguirme ellos a mí, con que me giro y me dejo mirar.

Si lo que vieron les gustó o no les gustó, tendrían que decirlo ellos, pero, a razón de los acontecimientos posteriores, creo que no les desagradó mi paseo respetuoso de peregrina devota que, toda ilusionada, está a punto de ganar el jubileo.

1 comentario:

Tiberio dijo...

Nada que la peña no quiere erotomanizarse.
Lo que plantea Susan Moo está muy bien cuando,más o menos,te vas relacionando con tus visitantes y,soterradamente,por otros conductos ajenos al blog.
Ahora,hay que tener muy claro que es lo que deseas de esas relaciones o en su defecto las prioridades.
Si yo conociese a alguna de mis lectoras intentaría preservar más el factor amistad.Lo que no quita que se pueda hablar de lo divino y humano encamados.(Casados no golfos,canallas y puteros,abstenerse)