Pasa para el fondo y ponte cómod@, hay gente muy maja y bebida fresquita. Estás en mi bitácora donde todo se relativiza, un poquito de ciencia, una pizca de humor, algo de actualidad y bastante sexo, como no.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Legalización de la prostitución

Tema duro de tratar, así sin comentar mucho, estoy a favor de la legalización, porque creo que se mejorarían sus condiciones laborales, sanitarias y económicas, aparte cotizarían. Pero no quiero entrar en detalle, de momento os pongo un "relato" veridico que me he encontrado en ADN:

Acaba de hacer un servicio en la cabina. Richard, un turista inglés de unos 30 años, quiere un completo. Se ha encaprichado de Nuria al verla a través del cristal de la calle Bloedstraat en el Barrio Rojo de Amsterdam, donde la joven trabaja desde hace una semana tras dejar la calle en Barcelona.

El cliente entra en la cabina y paga 100 euros en dos billetes de 50. Permanece 20 minutos en el interior de una habitación con luz tenue, de 15 metros cuadrados, tumbado en una cama de 90 con sábanas recién cambiadas y una toalla de tigre. Se deja llevar por la joven. Ella lo sacia de sexo y no permite que él tome la iniciativa: "Siempre mando yo". Lo echa de la habitación nada más terminar el servicio. Ha hecho 300 euros en siete horas. Cinco clientes han pasado por allí.

Son las nueve de la mañana del domingo. Nuria ya se ha despertado. Enciende el canal internacional y la información sobre la prostitución en las calles de Barcelona y la polémica surgida sigue siendo noticia: "Entiendo que los vecinos de las Ramblas se quejen, es una vergüenza que hagan sexo oral en medio de la calle". Se ducha, se viste con ropa deportiva, desayuna un café con leche y un cruasán con jamón york. Se fuma un cigarro de marihuana y se marcha, como cada día, aun centro de rayos UVA: "Así estoy morena todo el año".

Dejó la zona del Camp Nou de Barcelona donde se prostituía al sentirse víctima del acoso de la policía y de la caída de los precios en los servicios fruto de la crisis: "Aquí gano más y tengo techo". Desde hace una semana vive exiliada en Amsterdam, la ciudad del sexo por excelencia: "Me quedo hasta diciembre. Ahorraré y regresaré a casa".

Hoy tiene el turno de día. Empezará a trabajar a las 12 en la zona de transexuales: "Aunque esté operada no me dejan alquilar las mejores cabinas de los canales". Paga 85 euros diarios por una pequeña que utiliza durante unas siete horas.

La joven nació en Málaga el 10 de mayo de 1977. Enseguida se dio cuenta de que era una mujer aunque su apariencia física fuese la de un hombre. Nunca contó con un apoyo familiar y empezó a prostituirse a los 16 años para poder ahorrar y hacerse un cambio de sexo. Lo consiguió en 2003 cuando se desplazó a Londres para que la operaran. Hace sólo cinco años consiguió también que en su DNI constara el nombre de Nuria: "Me costó".

No es fácil conseguir una ventana en el Barrio Rojo. El precio nocturno es más caro, 140 euros, pero se gana más. Hay prostitutas que alquilan sus ventanas de forma permanente y, pase lo pase, estén o no activas, deberán pagar por ellas a diario. No es el caso de Nuria: "Ya tengo una, pero no es permanente. A veces nos cambiamos turnos y nos dejamos las cabinas", explica.

Ya son las 12. Nuria está en la cabina. Saluda a sus compañeras. Todas españolas exiliadas como ella: "Aquí tenemos un techo, una ducha, calefacción, baño, y todo lo que ganamos es para nosotras". Esas son las grandes diferencias que existen entre trabajar en Amsterdam y el Camp Nou o en cualquier calle de España. A la intemperie no se sienten tan protegidas y no pueden resguardarse del frío si no hay trabajo: "Aquí sólo pagamos por la cabina y no debemos nada a nadie, como en un club, donde tienes que ceder el 50% de las ganancias al dueño". Existe un impuesto en Holanda que ellas no abonan al pasar pequeñas temporadas.

Nuria sigue mirando por el cristal y coqueteando con los turistas que la observan pero no se atreven a preguntar: "Hay que ser muy atrevida y engañar al cliente. Le dices 50 por un completo y cuando está dentro, nanai".

El cliente es normalmente un turista de cualquier nacionalidad: "Canadiense, español, italiano, muchos ingleses". Les piden servicios atípicos: "Todo lo que no tienen en casa". Desde un griego (penetración por detrás), a un striptease, un masaje erótico, o escenas escatológicas. Nuria va con pies de plomo: "Yo decido quién entra en mi habitación". Tiene un botón rojo de emergencia situado en un lateral de la cama y de la columna de entrada:"Lo he apretado pero no funciona, hace unos meses una chica apareció muerta en una cabina".

Con 31 años, tiene un cuerpo de infarto y toda la vida por delante: "Quiero ganar dinero para montar una asociación de ayuda al transexual". Dice que la sociedad los rechaza y los aboca a la prostitución.

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